Carta Eterna a Un Joven Inversor

La Rata y el Zorro

Dicen que más sabe el zorro por viejo que por zorro. Y es cierto que la experiencia nos hace sabios, pero mucho más importante que la edad son los errores cometidos y la humildad. Es importante equivocarse, porque como todo el mundo sabe los errores ajenos no crean sabiduría; hay que sufrir el mordisco de la realidad en las propias carnes para reaccionar; y es necesaria una buena dosis de modestia para aceptar nuestros desaciertos.

Así fue como tras muchos años corriendo en una rueda de hámster comprobé que por mucho que me empeñase en correr más cada día, la rueda seguía dentro de la misma jaula. Creo que casi todos estamos metidos en esa “carrera de la rata” ajenos a que existe un mundo más allá de esos finos barrotes.

Zorro, ratas y gato

Sueña

Mi primer consejo es que no te dejes llevar por la masa irreflexiva que vive un día tras otro sin mirar más allá de la jaula. Sueña con tu futuro, pero no sólo sueñes, vive tus sueños, haz que se cumplan. Y ten presente también que para que un sueño se haga realidad, primero hay que soñarlo. Así que imagina con ganas, visualiza tu futuro deseado, obsérvate siendo quien quieres ser, y empieza a caminar despacito hacia ese lugar soñado.

Y tras esta introducción tan filosófica y etérea salida del corazón, me meto de lleno en el tema que me ha llevado a escribir estas líneas:

El dinero

Imagino que en tus sueños de futuro harás cosas, tendrás cosas, viajarás a sitios, o lo que sea. Cada uno tiene una visión, un objetivo vital y unas ilusiones distintas. Algo muy necesario para lograr cualquier objetivo es el dinero.

Sí, parece muy superficial hablar de dinero después del rollo romántico de los sueños que te he soltado unos párrafos atrás, pero es así.

El dinero es necesario. Por eso la gente trabaja. ¿Por amor a lo que hacen? También. Pero si no tienes tus necesidades básicas cubiertas, está claro que da igual lo que tengas que hacer, lo primero es comer. Y si hay que sufrir un trabajo indeseable, lo harás para poder llevarte algo a la boca.

Cuando tengas el estómago saciado, seguirás trabajando para poder vestirte, para estar calentito en invierno, y para las cosas imprescindibles; después lo harás para tener caprichos. Más tarde para poder tener lujos. ¿Y cuándo termina esto? No lo sé, cada uno sigue su propio camino, pero está demostrado que cuanto más tienes, más “gastos necesarios” aparecen.

Si consigues un trabajo que te encanta, perfecto; y si no, aprovéchalo mientras sueñas con uno mejor. Ahorra, sigue creciendo y empuja al destino hacia tus objetivos.

Al final, el trabajo es básicamente una herramienta para obtener un rendimiento económico. Podemos debatir si el trabajo dignifica, si es un deber social o un derecho, si lo hacemos porque nos gusta nuestra profesión y nos hace crecer como personas… Aquí hay que preguntarse: ¿Si no me pagasen por ello, seguiría en este trabajo? Si la respuesta es un rotundo sí, enhorabuena, has encontrado tu objetivo vital. En caso contrario, seguimos…

La carrera de la rata

Aceptamos pues, que el trabajo es una herramienta para conseguir dinero. Ese dinero lo podemos gastar y seguir trabajando para poder volver a gastarlo, indefinidamente. Esta es la carrera de la rata: seguir haciendo lo mismo día tras día, hasta que te das cuenta de que pasan los años y sigues en el mismo lugar en el que comenzaste.

Hámster en la rueda

El monstruo

Entra en juego ahora el concepto de ahorro. Guardar un poco hoy para tener más mañana.

Desde pequeñito yo he sido bastante ahorrador; siempre metía todas las monedas posibles en mi cerdito-hucha, y cuando había algún dinero, lo metía en el banco, para que ese dinero creciese. Y no creció demasiado. Pensé que era debido a que siendo yo un niño, mis ahorros no podían ser muy jugosos, y que al hacerme mayor y tener más capacidad de ahorro, aquello mejoraría, pero no fue así. No entraré en demasiados detalles, pero al final descubrí que había un monstruo que iba devorando mi dinero poco a poco sin que me diera cuenta; un asesino silencioso de los ahorros. Ese monstruo se llama inflación.

Básicamente es que el dinero cada vez vale menos. Podemos oír historias de nuestros mayores acerca del monstruo, pero como no se deja ver de forma clara, parece que sean leyendas del pasado. “Cuando éramos jóvenes íbamos al cine con 5 pesetas y nos daba para las entradas, la limonada y un regaliz”.

Si no recuerdas lo que son las pesetas, mejor; quiere decir que eres demasiado joven para ello, y que por lo tanto estás mejor posicionado para empezar que alguien que conoce las monedas de 5 duros.

Un claro ejemplo

Siguiendo con el monstruo, y moviéndonos ya a ejemplos prácticos para que se entienda sin ninguna duda:

  • Si tenías 1000€ en una cuenta bancaria en enero de 2019 y 5 años después siguen ahí esos 1000€, has perdido dinero. No has perdido ningún euro realmente, pero sí poder adquisitivo, pues con esos 1000€ hoy puedes comprar menos cosas que hace 5 años, casi un 20% menos. La inflación acumulada en ese periodo ha sido del 18%
  • Si eres una persona ahorradora, como era yo, los pondrías en un depósito a plazo fijo, para que crecieran. Si has tenido un depósito, digamos al 3% TAE durante esos 5 años sin sacar el dinero, al final podrías tener en la cuenta unos 1160€, habrás ganado algo más del 16%. No está mal, ¿verdad?

En realidad, en el segundo caso también habrías perdido, pero menos. Y es que la inflación en el mismo periodo ha sido del 18%. Con esos 1160€ puedes comprar algo menos de lo que podrías haber comprado con los 1000€ en 2019.

Y eso con una rentabilidad del 3%; si el tipo de interés de tu depósito ha sido menor, pues peor; del mismo modo, si ha sido más alto, chachi, puede que hayas batido a la inflación por los pelos.

¿Qué es el ahorro?

Con esto quiero poner de manifiesto que ahorrar (entendiendo el concepto como guardar lo que tengo hoy para poder usarlo mañana) no es poner el dinero en un saco, ni debajo del colchón, ni en un banco sin más.

Ahorrar es batir a la inflación. Es ganar al monstruo que se alimenta de nuestro dinero. Ese monstruo es como un peaje que hay que pagar por tener dinero. Hay que tener cada vez más monedas, porque cada vez las monedas valen menos.

La magia

Como en toda buena historia, cuando hay un monstruo que nos amenaza, el héroe tiene que encontrar el modo de vencerle. Afortunadamente, hay una fórmula mágica que puede acabar con esta perversa criatura. Lo llaman “capitalización compuesta”.

Se trata de hacer que el dinero trabaje para ti. Las monedas que ahorras, las pones a trabajar, son tus esclavos, pues no necesitan descansar ni tomarse vacaciones. Esos esclavos tendrán hijos, que también serán tus esclavos; en la capitalización compuesta no hay derechos de la infancia ni nada de eso. Los hijos de tu inversión y los hijos de sus hijos, todos serán tus esclavos, aumentando el rendimiento de forma exponencial.

Es decir, si inviertes tu dinero (esclavos de primera generación), y reinviertes los beneficios obtenidos (descendencia esclava), el monto obtenido crecerá cada vez más rápido. No es un proceso rápido, pero sí es eficiente a largo plazo.

La fórmula mágica

La fórmula básica para calcular la capitalización compuesta es la siguiente:

Cf = Ci · (1+i)t

Cf = Capital final

Ci = Capital inicial

i = tasa de interés

t = tiempo en años

Así, el capital obtenido depende obviamente del capital invertido inicialmente y del tipo de interés obtenido, pero sobre todo del tiempo (la dependencia del tiempo es exponencial), de modo que cuanto más tiempo pase, más rápido crecerá el capital.

Toda esta explicación matemática no sirve más que para demostrar que lo más importante a la hora de tener éxito en la inversión es el tiempo. Se pueden poner muchos ejemplos, he leído demostraciones de esto mismo en múltiples libros y ensayos, en fuentes de todo tipo, y tiene todo el sentido.

Mi conclusión es que el mejor momento para empezar a invertir fue hace muchos años. Si pudiera pedir un deseo, sería volver a tener tu edad y empezar en ese momento. Así mi posición financiera hoy sería mejor de lo que es. No obstante, si el mejor momento para invertir fue ayer o hace muchos años, el segundo mejor momento es ahora.

Educación financiera

No te vuelvas loco, empieza poco a poco, pero empieza. El primer paso es aprender. Indaga, fórmate, busca tu propia educación financiera. Del dinero que pasa por tus manos, esconde una décima parte al menos en un lugar fuera del espacio y el tiempo. Esconde ese dinero en el futuro. Tu vida hoy será igual sin ese 10% de tu capital, pero empezará a construir un futuro de libertad financiera. Cada moneda que pongas a trabajar hoy, dará frutos y te acercará más a ese futuro.

Empieza por algo fácil, no te compliques de entrada, y sobre todo ten paciencia. Si tratas de hacerte rico rápidamente lo más probable es que acabes sin nada; pero si logras impregnarte de un método sistemático y perseverante de inversión, el tiempo será tu aliado.

Y el tiempo, como la capitalización compuesta, no es lineal. Se acelera con cada año que pasa; puede que al principio no lo notes, eso significa que eres joven, como las inversiones recientes, en las que el capital aumenta de forma lenta y perezosa. Pero un día notarás que parece ir más rápido que antes, y más adelante lo verás pasar volando. Agradecerás entonces que tus inversiones lleven el mismo ritmo de aceleración constante e incansable que te prometió un viejo amigo.

Fragmento de “El Hombre Más Rico de Babilonia” (George Samuel Calson)

Apéndice

No pienses que, si creciste con las pesetas, Barrio Sésamo o La Familia Telerín, esto no es para ti. Ya lo he dicho y me reafirmo: el mejor momento para invertir fue ayer; el segundo mejor es hoy.

No tendrás tanto éxito a largo plazo como tus hijos o nietos, porque su plazo en principio es mucho mayor que el tuyo, pero unos pequeños cambios en tu vida pueden marcar igualmente la diferencia para tu futuro. Puede que no te llegue para dejar de trabajar antes de tiempo o para llevar una vida de lujos, pero sin duda puedes optar a una seguridad financiera que no dependa de terceros. Si nuestra pensión de jubilación será o no suficiente para apaciguar al monstruo de la inflación es otro tema que daría para mucho estudio y escrutinio, pero personalmente, prefiero no jugármelo todo a una carta.

Gato anciano inversor

Establecer a qué edad hay que empezar a invertir es como decidir cuánto dinero hace falta para empezar. Esta carta en principio estaba dirigida a un joven, pero en realidad es eterna, de modo que mis respuestas siempre serán las mismas, independientemente de tu edad y tu capital disponible:

Hoy.

Lo que puedas y quieras.

Un zarpazo cariñoso,

El Gato Inversor

El Gato Inversor

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